¿Realmente quieres salir de tu país?

Sí, estaría encantado de poder salir de aquí y ponerme a viajar por el mundo, pero ¿cómo lo voy a hacer? Tengo hijos, madre y padre mayores, una empresa, un buen trabajo…

Estos son comentarios (que a veces más bien parecen escusas) que aquí, en Librestado, oímos muy a menudo. Pero ¿de verdad es tan complicado salir del país o viajar?

Hoy me he levantado con ganas, voy a explicarte que salir de tu país no es difícil ni fácil, que simplemente es cuestión de tener claras tus prioridades y actuar en consecuencia.

La primera pregunta, ¿qué necesitas para salir de tu país?

Tan pronto como empezamos a hacernos mayores, especialmente cuando nos independizamos de nuestros padres uno de los aspectos clave que descubrimos es que en la vida hay ingresos y hay gastos, y que estos dos conceptos son inseparables, porque solo puedes gastar lo que has ganado previamente.

Y justo ahí está la primera parte de la respuesta a nuestra pregunta. Para poder independizarnos de nuestro país necesitamos lo mismo que usamos antes para independizarnos de nuestros padres: una fuente de ingresos o, al menos, unos ahorros que nos permitan aguantar hasta que logramos tener nuevos ingresos.

La mejor situación de inicio la tienes si ya puedes vivir de las rentas, ya sean estas por inversiones en bolsa, cripto, inmuebles, etc. También estás bien posicionado si tienes un negocio que funciona por sí mismo o que solo necesitas visitar muy de vez en cuando.

Si trabajas como autónomo y puedes ofrecer tus servicios con independencia de un lugar concreto tampoco estás mal encaminado. O si antes trabajabas por cuenta ajena pero puedes pasar fácilmente al teletrabajo y por lo tanto incluso trabajar como agente independiente.

Para todos los demás, el truco consistirá en decantarse por un lugar en el que los costes sean bajos y que les permita crear poco a poco una fuente de ingresos. Ya sea con un negocio online o con algún tipo de inversión.

Por supuesto, lo tendrás más difícil si eres un buen ciudadano.

Como ya sabrás, el buen ciudadano es el que vive al día, el que tiene su hipoteca, su casa, su coche, su empleo, hace una o dos veces al año vacaciones, tiene uno o dos hijos, no tiene ni idea de economía e inversión (por cierto, si este es tu caso, quizás te interese nuestro ebook de introducción a la inversión), sigue las recomendaciones del Gobierno y se deja sin rechistar la mitad de lo que gana entre impuestos y seguridad social.

Ese es el tipo de ciudadano que prefieren los Estados, porque es un ciudadano atado, que no puede irse por mucho que le aprieten las tuercas.

Nos encontramos ante una segunda emancipación, pero esta vez no de nuestros padres reales, sino de otros que, por su cuenta, han decidido adoptar ese rol.

Los que somos padres sabemos de primera mano que la relación con los hijos es un tanto compleja, incluso contradictoria. Por un lado, quieres que te hagan caso, que sigan tus consejos y no se expongan a peligros que tú crees innecesarios, pero, por otro, también quieres que evolucionen y crezcan, que aprendan lo que necesitan saber, que se hagan fuertes e independientes.

Una cosa que debemos tener en cuenta es que, al contrario de lo que ocurre con nuestros padres reales, los Estados no nos quieren. Nuestro país solo se preocupa por nosotros en la medida de lo que nosotros podemos aportarles (y, muy a menudo, ni eso).

Es decir, nos encontramos con el caso de que, al igual que ocurre con nuestros padres, los Estados quieren saber lo que hacemos, quieren tener cierto control sobre nosotros, es más, en ciertas ocasiones, quieren decidir por nosotros y poder castigarnos, pero, al contrario de lo que ocurre con nuestros padres, no porque nos quieran o por nuestro bien, sino porque quieren usarnos.

Por eso, en este segundo proceso de emancipación las cosas van a ser más difíciles que en el primero.

Los Estados nos van a intentar meter miedo, van a intentar poner dificultades en los trámites, nos van a decir que como aquí no se está en ningún otro sitio, van a intentar poner a nuestra gente en contra, nos llamarán locos, asociales y nos acusarán de querer destruir lo que han construido por el simple hecho de querer marcharnos.

Por eso, lo segundo que necesitas para salir de tu país es mucho menos concreto que tener ingresos, es un cambio en tu mentalidad, en tu forma de ver el mundo, algo que solo lograrás moviéndote, relacionándote con la gente adecuada y conociendo lo que hay ahí fuera.

Lo tercero sería aceptar que muchas de las personas en las que confiamos, que queremos y que nos quieren, no van a entender que nos queramos ir y que no queramos seguir colaborando con el sistema. Que nos van a decir que irnos no es buena idea que deberíamos quedarnos, que en ningún sitio te van a querer más ni vas a estar mejor que en tu país.

Es importante que seamos conscientes de ello para que, si realmente queremos irnos, no nos dejemos chantajear o convencer de lo contrario.

Ten en cuenta que al irnos no solo nos estamos liberando a nosotros mismos, sino que al salir estamos mostrando a todos los que nos rodean el camino que pueden seguir si algún día se cansan de seguir participando en la carrera de la rata.

Tus prioridades y objetivos

Ahora que ya sabes lo que necesitas para salir de tu país y que puedes valorar más fácilmente si cumples con los requisitos o no, el siguiente paso es descubrir si realmente quieres salir, pues, como te decía, generalmente la gente no es que no pueda salir, sino que no quiere hacerlo y busca escusas para no hacer algo que, por otro lado, les gustaría ser capaces de hacer.

Creo que una de las preguntas más importantes que debes hacerte es ¿qué quieres lograr y cuáles son tus prioridades? Y luego, ¿qué estás dispuesto a dar a cambio de alcanzar tus objetivos?

Entonces, ¿cuál es tu prioridad?

A lo mejor tu prioridad está en viajar y conocer el mundo o quieres ahorrar dinero para hacerte independiente económicamente y poder jubilarte a los 40. Quizás tu prioridad sea encontrar un país en el que puedes vivir sin las restricciones COVID impuestas por algunos Gobiernos o en el que puedas educar a tus hijos como quieras. También puede ser que lo más importante para ti sea poder hacer crecer tu negocio y ser más competitivo. O podría ser vivir en un lugar en el que te sientas más seguro o en el que la ideología predominante sea diferente.

Las prioridades se entrelazan unas con otras, y dependen de tu sistema de valores. Así, si tus valores más importantes fueran la libertad y auto-soberanía, tus mayores prioridades deberían consistir en ser libre e independiente.

Podrías tener otras prioridades como la de viajar y vivir aventuras. Ser un Turista Perpetuo te ayuda a ser libre e independiente, pero son el emprendimiento, las inversiones y demás las que te permitirían mantener este estilo de vida. Es decir, para poder vivir según tus prioridades es posible que tengas primero que dedicar tiempo a montar una base, aunque eso suponga no poder satisfacer tus prioridades más elevadas al 100% durante un tiempo. Hay que sembrar para cosechar.

Por debajo de las prioridades de viajar y vivir aventuras podrían encontrarse otras como la lectura, la escritura, el ocio o las relaciones amorosas. Si no las cubres al menos mínimamente no tendrías la fuerza necesaria para perseguir prioridades que están por encima en tu escala de valores.

Aprender, enseñar, vivir y amar suelen ser grandes prioridades, pero ¿son para ti las más elevadas?

También podrías tener prioridades completamente diferentes a las descritas. De hecho, seguramente no son muchos los que tienen la libertad e independencia como valores máximos, seguramente no sea más del 1 % de la población mundial.

Por supuesto, todo el mundo da importancia a la libertad y a la independencia, y queda muy bonito en una tarjeta de presentación, pero a menudo esas prioridades chocan con otras más elevadas para ellos, como podrían ser las de la seguridad, la igualdad social, la amistad, el amor, la posibilidad de reproducirse o de proteger a los tuyos.

Volvamos al tema de la prioridad de viajar y vivir aventuras. Estas a menudo chocan con la necesidad de vivir cómodo, con los lujos que tenemos dentro y fuera de casa o simplemente con la de jugar a videojuegos o tocar la batería en casa y quedar luego con los amigos del barrio.

A menudo se puede renunciar a una parte de estas comodidades para, por lo menos, hacer posible estos viajes o si viajar no es tu prioridad número uno, lograr esa independencia económica que te permita vivir sin tener que trabajar.

Por ejemplo, puedes salir de tu país, dejar atrás lo que es cómodo, seguro y conocido por otro país nuevo que sin ser el mismo país en el que vivías, cubra buena parte de tus necesidades y, sobre todo, te permita avanzar hacia tu objetivo principal, ahorrar dinero, montar un negocio, alcanzar la independencia financiera.

O si viajar o salir de tu país fuera tu prioridad, pero no estuvieras dispuesto a hacerlo a toda costa, podrías ahorrar algo de dinero gastando menos en salir a comer todos los días, en comida ecológica, en la supuestamente mejor escuela privada de la ciudad, en el coche con la mejor tecnología disponible o en viajes de lujo con toda la familia.

Sin embargo, la realidad es que la gente es demasiado cómoda para plantearse cuáles son sus prioridades y ya ni hablemos de lo que sería dar el paso de perseguir sus objetivos.

Seguro que conoces muchos ejemplos en ese sentido.

Está el típico conocido que seguro tú también tuviste en la universidad. Alguien que vivía con sus padres durante su etapa universitaria, con un sueldo de algo menos de 1000 dólares al mes (o el equivalente en cualquier otra divisa), que posiblemente ganaba más dinero que tú, pero siempre se quejaba de no poder viajar por culpa del dinero. Y eso que no tenía apenas gastos fijos: vivía en su gran habitación en casa de sus padres y tenía una abuela que le cocinaba cada día.

En realidad, podría haber utilizado todo ese dinero para viajar, pero parece ser que, en realidad, los viajes no eran una gran prioridad para este chico. Pagaba 80 dólares al mes por su tarifa telefónica, 30 USD por la televisión por cable, compraba películas y videojuegos a menudo, tenía coche propio e iba regularmente al cine, a parques de atracciones y a discotecas caras… No es de extrañar que esos 1000 dólares le desaparecieran tan rápidamente…

Es la típica persona que mientras unos se alojan en el albergue juvenil más barato, prefieren ir por su cuenta y alquilar una habitación de hotel mucho más cara. En lugar de cocinar o probar puestos de comida callejera prefiere ir a restaurantes. En lugar de disfrutar de la vida nocturna pagándose dos o tres cervezas, prefiere ponerse hasta arriba de whisky y ron caro. Como resultado tienes que donde uno gasta 100 dólares otro se ha deshecho de más de 500.

Este ejemplo ilustra muy bien el hecho de que muchas personas están priorizando unas cosas por encima de otras a pesar de estar siempre diciendo que, por ejemplo, quieren viajar (o, en general, ser más libres).

Por supuesto, quedaría aclarar si nuestro personaje de la universidad actúa así porque realmente la comodidad es su máxima prioridad o si simplemente resulta que nunca se ha sentado a analizar sus deseos y necesidades para decidir cuáles son sus prioridades y simplemente sigue el camino más fácil y cómodo.

Pero bueno, nos perdemos. Volvamos a la pregunta inicial, ¿cuál es tu máxima prioridad?

Con la mano en el pecho, pregúntate qué es lo que quieres, lo que necesitas, cuál es el camino que te lleva ahí y qué estás dispuesto a hacer para conseguirlo. Es tan fácil (y difícil) como eso.

Las necesidades básicas del ser humano son subsistencia (salud y alimentación), seguridad (sensación de control y seguridad), afecto (familia, amistades), libertad, ocio, identidad (autoestima, sensación de pertenencia), reproducirse, creación (inventiva y curiosidad), entendimiento (conocimiento)…

Dejar de pagar impuestos, dirigir tu negocio sin todas las limitaciones que puedan existir en tu país de origen, diversificar tus inversiones, hacer crecer tu dinero más rápidamente, crear un plan B por si las cosas salen mal (o mejor dicho, para cuando las cosas salgan mal), no permitir que el Gobierno de tu país te siga tomando el pelo y diciendo lo que debes hacer…

Todo esto está muy bien, pero ¿realmente está en línea con tus prioridades? Y si es así, ¿qué estás dispuesto a hacer a cambio de alcanzar esos objetivos? ¿Estás dispuesto a salir de lo habitual para conseguirlo?

Y aquí llega el momento en el que tienes que preguntarte, ¿qué te supone realmente salir de tu país? Te adelanto que, como mínimo, tendrás que cambiar tus hábitos.

La última pregunta, ¿cómo sería la vida fuera de tu país?

Por supuesto, nadie te va a poder responder esta pregunta, pues la única forma de descubrirlo es haciéndolo. Sin embargo, sí que podemos darte algunas ideas para ponerte en marcha.

Si tras llegar hasta aquí has descubierto que sí, que a pesar de tus miedos, del esfuerzo que supone el cambio, que, a pesar de la resistencia e incomprensión con la que puede chocar tu salida entre tus más allegados, estás dispuesto a lanzarte porque está en línea con tus prioridades, lo siguiente es plantearte cómo hacerlo.

Es importante que entiendas que salir no tiene por qué ser algo radical que haces de golpe, perfectamente puede ser un proceso lento que se adapta a tus circunstancias. Lo fundamental es que no te estanques.

Si te da miedo vivir en el extranjero, puedes empezar pasando un tiempo fuera, en el país, o los países que piensas que pueden ofrecerte lo que buscas. Esto te dará tiempo de conocer la realidad de ese otro lugar en cuanto a la seguridad, la gente, la comida… te podrás hacer una imagen clara de lo que sería el día a día si vivieras allí y de lo que supone no vivir ya en tu antiguo hogar.

De esta forma quizás no consigas tu objetivo principal: dejar de ser residente fiscal en tu país de origen. Pero habrías dado el primer paso y ya solo te quedará uno más.

Seguro que preferirías tener tu recompensa tan pronto como has hecho el esfuerzo, pero, si la alternativa es quedarte quieto frente a tu objetivo y quejarte de que está demasiado lejos para alcanzarlo de un paso, quizás merezca la pena.

Otra opción podría ser relacionarte con gente de esos otros países o, en general, con gente que se mueve por el mundo, gente que ha vivido en otros lugares, que tiene negocios fuera y te puede contar de sus experiencias. De esta forma podrás empezar a aclimatarte sin salir de tu país y empezarás a tener gente a tu alrededor que comprende que quieras salir de tu país y que lo apoye.

Más fácil todavía sería empezar a informarte a través de artículos, documentales y entrevistas sobre cómo es la vida en otros países. Es importante que para ello te alejes de medios sensacionalistas (periódicos, noticieros, etc.).

El blog librestado es un buen punto de inicio, al igual que programas como Españoles en el mundo (aunque no seas español, seguro que te ayudará a hacerte una idea cómo es vivir en otros países como hispanohablante).

También tienes un montón de vídeos en youtube sobre cómo es vivir en todo tipo de países (p.ej. vivir en Bulgaria como argentino/ español/ mexicano…) o puedes buscar en google o facebook páginas, foros o grupos para expatriados (españoles en Praga/ Chequia/ Costa Rica, etc.).

Informarte de esta forma tiene la ventaja de que es entretenido, no supone un gran esfuerzo y te va a permitir perder el miedo a esos otros países.

Para los que prefieren una solución más rápida, por supuesto, puedes irte directamente al otro país. Al contrario de lo que algunos creen, no es obligatorio que abandones todo lo que tenías en tu país de origen.

Si te vas a otro país y te haces allí residente fiscal, puedes generalmente mantener una vivienda a tu disposición en tu país de origen. Esto significa que no tienes que deshacer nada allí, puedes mantener tu contrato de alquiler, tu vivienda vacía, tus empresas contigo como administrador, tu coche y probar cómo es vivir en el otro país. En caso de que no te guste vivir allí, haces las maletas y vuelves a tu casa.

Por supuesto, tendrás que planificarte bien fiscalmente para asegurarte de que no sigues siendo residente fiscal allí, pero para eso tienes nuestro servicio de consultoría.

Hay mucha gente que en realidad lo que quiere es viajar, salir del país y conocer nuevos lugares. Si este es tu caso y cuentas con los medios para mantenerte al menos durante un tiempo (uno o dos años), puedes aprovechar y dejar de ser residente fiscal en tu país de origen de forma que no pagues impuestos (por otro lado, si no tienes ingresos durante ese tiempo, tampoco pagarías nada).

En cualquier caso, si además de viajar quieres trabajar en tu Teoría de las Banderas e internacionalizar los aspectos más importantes de tu vida, esta podría ser una gran oportunidad para conocer países en los que tú, tus inversiones o tu empresa no pagarías impuestos.

También en este caso es importante hacer la planificación fiscal necesaria y darte correctamente de baja en el país de origen.

Por supuesto hay muchas más formas de salir de tu país. Puedes irte a un país vecino que te permita volver a tu lugar de origen todas las veces que quieras, puedes vivir entre tres países y que uno de ellos sea tu país de origen o puedes optar por la solución 2+1, dos países en los que tienes casa y en los que pasas menos de 6 meses y otro país (o varios) a los que te vas de vacaciones durante uno o dos meses al año.

Todas estas opciones, realizadas correctamente, con la suficiente atención al detalle, pueden permitirte liberarte del peso del Estado y vivir una vida más libre, pagando poco o nada en impuestos.

Concluyendo

Como ves, no hay una sola forma de salir de tu país y tu nueva vida en el extranjero puede ser de muchas formas, adaptándose totalmente a tu forma de ser y necesidades.

Lo que seguro que vas a necesitar si quieres salir de tu país es una fuente de ingresos.

Seguramente también tengas que cambiar tu mentalidad y escapar de la visión que los medios y nuestro entorno nos da de lo que es vivir en el extranjero.

Tendrás que analizar tus necesidades y según estas, establecer tus prioridades y objetivos.

Por último, tendrás que ponerte en marcha, ya sea con pasos grandes (haciendo las maletas) o pequeños (informándote sobre otros países o yendo a visitarlos).

Ahora ya solo queda preguntarte, ¿quieres o no salir?, ¿quieres o no liberarte del peso del Estado?

Porque tu vida es tuya.

2 comentarios en «¿Realmente quieres salir de tu país?»

  1. He leído el artículo publicado en 2017 sobre la teoría de las banderas. Muy interesante, me gustaría que me llegase a mi correo notificaciones con enlaces cuando hagan más publicaciones. Muy agradecido.

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