La decadencia de occidente: del asesinato de Charlie Kirk a tu libertad

Hoy queremos presentarte nuestro análisis: Charlie Kirk, 1984 de Orwell y la crisis de Occidente. Qué significa para ti y cómo crear un plan B para cuidar tu libertad. Comenzamos con una reflexión filosófica y moral y, desde ahí, vemos lo que puede significar para ti, las conclusiones que deberíamos sacar y cómo podemos prepararnos.

Occidente ha cruzado una línea invisible. Ya no se trata de izquierda o derecha, sino de una civilización que ha perdido el Norte. Hoy, los mismos que predican tolerancia celebran la censura, los que se declaran amantes de la libertad justifican su represión y quienes dicen defender la justicia y estar en contra de la pena de muerte se alegran de la muerte de quien piensa distinto.

El asesinato de Charlie Kirk no es solo una tragedia. Es un símbolo. Refleja la deriva de un mundo que ha convertido el odio al disidente en virtud y la sumisión al dogma en señal de virtud moral. Lo que antes era diálogo hoy es delito. Lo que antes era libertad, hoy es un riesgo.

Y aunque muchos crean que se trata de un episodio lejano, su significado nos alcanza de lleno: porque el mismo espíritu que celebra la muerte del disidente es el que gobierna tus impuestos, tus leyes y tu vida cotidiana. Este artículo no trata solo de un crimen, sino de lo que ese crimen revela sobre el Occidente moderno y sobre la única respuesta sensata: empezar a crear tu plan B, recuperar el control y proteger tu libertad.

Muerte de Charlie Kirk y su significado

Ya lo sé, ya lo sé, muchos pensáis, de acuerdo, un gringo ha muerto y es una pena, pero ¿por qué debería importarme a mí? 

Pues bien, te aseguro que te toca mucho más de lo que la mayoría piensa.

Aquí es importante aclarar: el tema no es la muerte de este hombre concreto en sí, la mayoría hispanohablante no había visto nunca un vídeo de Charlie Kirk y, por supuesto, no es noticia que un loco salga y se cargue a otra persona o que, en general, una persona muera (en EE.UU. se produjo en 2024 un asesinato cada 31,1 minutos según el FBI). 

Lo que sí consideramos impactante es su significado: un paso más hacia la guerra civil, hacia la guerra de las culturas, y la inversión de los conceptos, tal y como se leía en 1984 de Orwell. 

Se han cargado a una persona con una camiseta blanca que decía “freedom” que buscaba el diálogo y convirtió en su misión ir a las universidades a discutir con otros y darles la oportunidad de convencerle de que sus opiniones eran equivocadas. 

Pero lo dicho, eso no es lo que más nos ha impactado. 

Lo más impactante ha sido ver las reacciones de muchas personas, en este caso de la gente progre, de los woke, de los demócratas, de los que se consideran a favor de lo bueno y en contra de lo malo, de la gente que, por la razón que fuera, no estaban de acuerdo con lo que Kirk decía. (Y sí, soy consciente de que si estuviéramos hablando del asesinato de un personaje de izquierdas, seguramente habría pasado lo mismo desde el otro bando).

Personas diciendo que, si Charlie apoyaba la tenencia de armas, les parecía justo que hubiese muerto de un disparo.

[Para quien lo vea así: ¿si estás a favor de salir en bici los fines de semana es justo que mueras atropellado?, o ¿si te gusta salir de fiesta es justo que te violen o te den una paliza a la salida de la discoteca?].

Chalados a los que les hacía gracia que en sus últimos momentos este hombre se estuviera ahogando, que no hubiese podido decir nada (por el disparo en el cuello) cuando, en vida, se había dedicado a hablar y debatir con otros.

Gente diciendo que él se lo ha buscado o inventándose cosas sobre Charlie para justificar su asesinato. Llamándolo fascista por estar a favor de la libertad de expresión y defender verbalmente sus ideas en los campus universitarios del país.

Es una locura, el mundo al revés.

Al final, todo esto nos ha llevado a entender que, para mucha de esta gente, estar en desacuerdo con ellos es una razón para quererte la muerte, para alegrarse por tu muerte y, en definitiva, para no considerarte digno de vivir.

Por supuesto, no es un problema solo de un sector de la población, la radicalización se encuentra tanto en la derecha como en la izquierda, pero lo gracioso es que los primeros tienen fama de ser los malos, los intransigentes, los trogloditas y, en cambio, muchos de izquierdas se consideran el futuro, los dialogantes que están a favor de lo bueno y que representan los mejores valores de la humanidad.

1984 no era una novela, era un manual y está en las manos equivocadas

La muerte de Charlie Kirk y, sobre todo, la reacción de sus detractores o contrarios, en nuestra opinión, solo puede interpretarse como la muerte del diálogo, el fin de la convivencia, del entendimiento entre personas que piensan de forma diferente u opuesta.

Puede parecer una interpretación extrema, pero, viendo el contexto, yo creo que justificada.

Porque la reacción de una parte de la sociedad occidental deja claro que, para ellos, estar en desacuerdo es motivo suficiente para desearte la muerte… y para celebrarla cuando ocurre.

Ahora, vamos a ahondar un poco más en por qué pienso que la sociedad occidental está cada vez más enferma y en cómo nos vamos metiendo cada vez más y más en la distopía de 1984 de George Orwell.

Una parte que siempre me llamó la atención de esa novela es cómo el Gran Hermano era capaz de cambiar la realidad a su antojo. 

Pues bien, fíjate que eso mismo ocurre hoy, una parte de la sociedad occidental ha empezado a escoger todo tipo de conceptos aleatoriamente y los han estrujado hasta que dicen lo que les da la gana, aunque sea lo contrario de su significado original. 

En 1984 de Orwell vimos que:

LA GUERRA ES PAZ.

LA LIBERTAD ES ESCLAVITUD.

LA IGNORANCIA ES FUERZA.

El “progresismo” actual, esa gente que parece estar actualmente al mando y se alegraba o justificaba la muerte de Kirk, personas que posiblemente harían lo mismo con la tuya si es que te identifica como empresario, hombre, inversor, liberal, libertario o, en general, capitalista, también ha aprendido a cambiar la realidad. Proclama que:

  • Los disidentes ponen en peligro a los demás.
  • La libertad solo es libertad si obliga a otros a darme lo que necesito.
  • La democracia debe protegerse excluyendo a los que son de otra opinión.
  • La tolerancia es peligrosa y lleva a un régimen totalitario.
  • La mujer no es mujer, el hombre no es hombre, cada uno decide lo que es.
  • La justicia solo es justa si trata de forma diferente a hombres y mujeres.
  • Hablar y discutir con otros es ser nazi.
  • No estar de acuerdo con otros es fascismo.
  • La libre expresión es agresión.
  • Adoctrinamiento es educación.
  • La información es desinformación.
  • La desinformación es información.

Todo esto no son frases sueltas. Son síntomas de un proceso de inversión del significado que tiene un objetivo: anular el pensamiento crítico y eliminar el disenso.

Disidencia es peligro: El que cuestiona el statu quo ideológico es automáticamente etiquetado como una amenaza para la seguridad física o emocional del grupo, justificando su exclusión o silenciamiento.

Diálogo es agresión: Se confunde el desacuerdo con el daño de forma que eliminamos el espacio para el debate racional. La discusión se convierte en delito o acoso, para que las ideas dominantes puedan seguir existiendo.

Desacuerdo es ataque: Se impone la uniformidad de pensamiento forzando a la obediencia silenciosa y criminalizando la diferencia de opinión, reforzando la sensación de que solo existe una verdad aceptable.

Libre expresión es violencia: Para proteger a los «agredidos», a los oyentes ofendidos, la libertad debe ser suprimida.

El adoctrinamiento es educación: La educación ya no es un proceso para desarrollar la capacidad crítica, fomentar el razonamiento independiente y exponer al estudiante a múltiples perspectivas, sino para formar conformidad y acabar con la disidencia.

La democracia solo es democracia si ganan los míos: Para proteger la democracia debo impedir que los otros gobiernen, sin importar lo que quiera la mayoría. 

Libertad es coerción: Se retuerce e instrumentaliza el concepto de libertad para forzar la redistribución de recursos. La libertad ya no es autonomía (libertad de coacción), sino dependencia (libertad para exigir y para hacer lo que quieres a expensas de otros).

Conocimiento es mentira: La verdad no depende de un criterio objetivo, sino de quién afirma algo, por eso, la información es desinformación y la desinformación es información. Todo el conocimiento fuera del control ideológico se entiende como desinformación para que el público lo rechace sin examinarlo. La narrativa ideológica es la única información fiable.

Tolerancia es amenaza: Para evitar el «fascismo», se debe practicar la intolerancia activa hacia el enemigo ideológico. Se justifica el totalitarismo como defensa de la democracia (y recuerda, el totalitarismo en este sentido sería democracia).

Realidad es dogma: Se sustituye la realidad objetiva por la realidad subjetiva impuesta. Se exige que la identidad y el lenguaje se ajusten a la definición ideológica.

Si Orwell viviera hoy, no necesitaría escribir 1984: bastaría con abrir cualquier red social o ver un noticiero.

La gracia es que tú sigues participando y pagando por todo esto. Sigues apoyando con el dinero de tus impuestos al Estado que promueve estas ideas y mantiene el sistema.

Piensa en ello: estás financiando con tus impuestos a quienes piensan que deberías ser silenciado por discrepar. Pagas la maquinaria que adoctrina a tus hijos, la que criminaliza tus ideas, la que te intenta controlar y legisla contra tu libertad.

¿En serio no te importa seguir así? ¿No piensas que ha llegado el momento de poner pies en polvorosa?

Realmente, la pregunta no es si puedes permitirte irte, la pregunta es: ¿cómo puedes permitirte seguir participando en ello?

Pero esta enfermedad cultural no surge en el vacío. Tiene precedentes históricos que pueden ayudarnos a entender lo que viene.

¿Es la Unión Europea la nueva Roma de occidente?

En las cabezas de algunos, a menudo resuena una pregunta incómoda: ¿Está Occidente en decadencia? Las voces que comparan la Europa actual (especialmente la Unión Europea) con el colapso del Imperio Romano de Occidente son cada vez más fuertes, señalando la inmigración como el nuevo azote «bárbaro».

No soy ningún experto en historia romana, pero sí creo conocer razonablemente bien la política y economía del mundo actual, así que, sin querer dar a nadie clases de historia, aquí tenéis mi interpretación.

No creo que la inmigración sea hoy (ni haya sido entonces) el mayor problema, pienso que la verdadera lección de Roma no reside en que debemos evitar que la gente cruce la frontera. Lo que debemos aprender y tener en cuenta es que las sociedades pueden enfermar y, si lo hacen, caen.

Por supuesto que hay que controlar quién entra en tu territorio, no tiene sentido dejar entrar a criminales ni a gente que no está abierta a vivir según las reglas del lugar al que se desplaza, pero, al contrario de lo que parece ocurrir entre los partidos políticos nacionalistas, no pienso que ese sea el punto más importante. El colapso de Roma en el 476 d.C. no creo que fuera debido a una invasión, sino al final de un sistema agotado por sus propias fallas.

Sea como sea, me gustaría echar un vistazo a los paralelismos (y diferencias) que podrían preocuparnos. El mayor parecido entre el Imperio Romano tardío y la Unión Europea no es la presión externa, sino el deterioro de sus pilares internos.

La fractura fiscal y el auge de la deuda

Roma Tardía: El Estado destruyó su propia moneda (devaluación) y aumentó la presión fiscal sobre la clase productiva, lo que provocó revueltas y una pérdida de fe en el gobierno. La aristocracia, por supuesto, eludía la carga.

Europa Actual: La deuda pública desbocada hipoteca el futuro, mientras la rigidez burocrática y fiscal estrangulan el dinamismo. La percepción generalizada es que hay una falta de control sobre las finanzas, erosionando la confianza intergeneracional.

El resentimiento social y el elitismo

Roma Tardía: La sociedad se volvió rígida con privilegios legales y fiscales para una élite (senadores y la corte), lo que generó un profundo resentimiento en el resto de la población.

Europa Actual: El creciente sentimiento de una clase política y tecnócrata (a menudo simbolizada por «Bruselas») que vive bajo una «vara de medir» diferente, ha creado una polarización política sin precedentes y una gran desconfianza hacia las instituciones.

La apatía cívica y la pérdida de resiliencia (el síndrome del «nacido rico»)

Roma Tardía: Una vez que la conquista cesó, la sociedad cayó en una apatía cívica centrada en el ocio (panem et circenses) en lugar del servicio o el sacrificio.

Europa Actual: Hemos desarrollado el síntoma del nacido rico: una creencia de que el bienestar (techo, comida, ocio) es un derecho garantizado por el sistema, y no el resultado de un esfuerzo continuo. Esta mentalidad socava la resiliencia y la voluntad de defender el statu quo. Europa y occidente ha olvidado que lo que necesitamos es “capitalismo, ahorro y trabajo duro”, como nos recuerda Miguel Anxo Bastos.

La debilidad militar estructural

Roma Tardía: El Imperio se desinteresó de su propia defensa, volviéndose excesivamente dependiente de fuerzas externas poco leales (foederati y mercenarios) para proteger sus fronteras.

Europa Actual: Europa es (todavía) una potencia económica, pero un gigante militar durmiente. Su dependencia histórica de la OTAN (EE. UU.) y la desinversión en defensa la hacen vulnerable e incapaz de asegurar sus intereses geopolíticos y sus fronteras por sí misma.

La inmigración y el choque de principios

En este aspecto, veo una gran diferencia entre entonces y hoy.

Roma Tardía: Los bárbaros se integraron en el tejido religioso (muchos eran cristianos, aunque arrianos). Parece ser que la mayoría de los bárbaros aspiraban a vivir bajo la autoridad de Roma, no a destruirla. Muchos admiraban la cultura romana y la asimilaron. De hecho, tras la desaparición del imperio, la religión europea fue la cristiana, el idioma fue el latín y se mantuvieron muchos aspectos de la cultura romana.

Europa Actual: La cultura europea se fundamenta en los derechos humanos individuales, la libertad, la protección de minorías, sin embargo, las culturas migratorias (especialmente la musulmana y africana) a menudo tienen valores sociales (diferencia de estatus del hombre y la mujer, homofobia, racismo, autoritarismo, la violencia está aceptada en muchos casos, etc.) que entran en conflicto directo con el núcleo legal y ético europeo.

Este no es una guerra para conquistar tierras, sino un choque de culturas para ver qué principios rigen en la sociedad. Es un desafío de integración con el que Roma no creo que nunca tuviera que enfrentarse. Los inmigrantes de las culturas bárbaras admiraban la cultura romana. En cambio, una buena parte de los inmigrantes en la Unión Europea consideran la cultura occidental decadente, débil y equivocada (¿por qué será?).

Sobre lo que podemos hacer para asegurar nuestra libertad, seguridad y bienestar

Todo esto nos lleva al punto final de este artículo, lo que podríamos hacer, las opciones que nos quedan.

En general, tenemos cuatro opciones para enfrentar la situación: luchar por introducir el cambio desde arriba, luchar por introducir el cambio desde abajo, huir o aprender a convivir con esta situación. También habría una quinta, desentenderse de todo y fluir con todo esto, pero no lo vamos a considerar una forma de enfrentar la situación.

  1. Introducir el cambio desde arriba: Te metes en política con el objetivo de cambiar cosas, influyes en los políticos que tienen el poder, creas grupos de presión para obligar a hacer ciertos cambios, o lanzas directamente la revolución.
  2. Luchar por introducir el cambio desde abajo: haces la guerra cultural e intentas convencer a la gente a tu alrededor de que tus valores son mejores y más deseables que los suyos. Algo parecido a lo que hacía Charlie Kirk.
  3. Huyes: Te vas a algún lugar en el que puedas vivir como quieras o en el que te molesten y se inmiscuyan en tu vida lo mínimo posible.
  4. Aprendes a vivir con la situación: Te quedas donde estás, pero buscas soluciones a aquello que más te molesta. Si te pagan poco en el país, buscas clientes extranjeros; si temes una crisis económica, inviertes en el extranjero; si te roban mucho vía impuestos, te buscas formas de evadirlos; si te intentan quitar la libertad, creas un plan de salida…

Cada cual tendrá que elegir su camino y, por supuesto, nadie te impide intentar una mezcla de las cuatro opciones, pero, en general:

La opción de introducir el cambio desde arriba, desde el poder, no me parece que sea efectiva y, a menudo, tampoco es muy deseable (generalmente no es positivas para la libertad de los demás). 

El camino de la lucha cultural está bien, es algo que nosotros hacemos activamente en Librestado (con artículos como este) pero es muy lento y no siempre lo gana el que tiene mejores argumentos.

Las opciones más interesantes son la de huir (siguiendo nuestra máxima de “ve allí donde mejor te traten”) y la de aprender a vivir con la situación (“libérate del peso del Estado”).

Así las cosas, ¿nuestro consejo?

Va siendo hora de poner pies en polvorosa o, como mínimo, de empezar a crear un buen plan B.

¿Dónde vas a invertir?, ¿en qué tipo de activos? ¿Qué bancos y brokers extranjeros vas a usar para mover tu dinero? ¿Empezarás a invertir y usar cripto? 

Podrías hacerte con algún permiso de residencia, ¿quizás uno en Paraguay, Panamá o Costa Rica? O un visado en Tailandia, Emiratos o Georgia.

Quizás haya llegado el momento de hacerse con una segunda ciudadanía. En Vanuatu, Argentina, Paraguay, Perú o incluso Nauru… 

¿Y si montas la empresa en el extranjero? Hace poco hablábamos de Serbia, pero también hay otras opciones como Dubái, Hong Kong, Estados Unidos, Lituania o Bulgaria.

El mundo es muy grande y, actualmente, hay que empezar a mirar más allá del mundo occidental.

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