Una vida sin Estado, la paradoja de Librestado

Persona con una careta vigilada por cámaras

Vivir sin Estado, liberarse de las cadenas que los Estados quieren ponernos es el objetivo de este blog, sin embargo, el camino de Librestado para alcanzar esta libertad no es la revolución violenta, tampoco ignorar a los Estados ni deshacerte de tu nacionalidad.

Al contrario, proponemos conocer al “enemigo” y aprovechar sus características para ser lo más libres posibles. Todo esto puede parecer paradójico a primera vista y nos gustaría explicarlo.

Pero empecemos por el principio.

Para nosotros, en Librestado, dejar de pagar impuestos no es simplemente cuestión de gustos y utilidad, sino también una cuestión moral como podías leer en nuestra crítica al Estado.

Vivir sin Estado es pensar sin fronteras. Vivir sin Estados es un paso más alejándonos de aquellas figuras paternalistas y autoritarias y tomar un poco más nuestras vidas en nuestras manos. Libertad e independencia son, en este caso, palabras clave.

Librestado no es un objetivo, es un proceso. Vivir sin Estado significa tomar conciencia y responsabilidad de los propios actos, y vivir la vida según tus convicciones. Librestado es en este sentido sinónimo de “sin dueño”.

Pero, ¿realmente eres libre?, ¿eres dueño de ti mismo?

Esta cuestión te podrá parecer banal, “claro que soy dueño de mí mismo”, sin embargo, si te pones a pensar un poco más, quizás llegues a otra conclusión.

Son muy pocas las personas que realmente son dueñas de su vida. No ya en el sentido de poder hacer lo que quieran, no es cuestión de dinero ni de control sobre el futuro, sino en el sentido de que nadie les obligue a hacer ciertas cosas.

¿Necesitas ejemplos?

Si sufres una enfermedad o simplemente porque no quieres seguir viviendo, ¿podrías acabar con tu vida? En la mayor parte de países esto no es posible.

Según donde vivas, tampoco podrás elegir libremente con quién compartes tu vida, al menos oficialmente. Casarte con personas del mismo sexo posiblemente no entre dentro de tus posibilidades.

¿Puedes expresar tus opiniones libremente? Según donde vivas, habrá un montón de cosas que no podrás decir.

Debes hablar tal y cual idioma, no puedes hablar este y otro idioma, debes ponerte cinturón, no puedes vestir de tal o cual manera, no puedes decir que crees o no crees en tal y cual cosa…

¿Eres libre de decidir lo que haces con tu dinero, con tu tiempo o con tus posesiones? Si crees que sí, te equivocas, el Estado siempre estará ahí para decirte lo que puedes o no puedes hacer.

¿Acaso puedes educar a tus hijos como crees que es mejor? A menudo no es así. El Estado no se fía de sus ciudadanos y quiere controlar la educación de nuestros hijos/los niños.

El Estado y la civilización, tal y como están concebidos hoy por hoy, nos tienen atrapados con la promesa del Estado del Bienestar y la cultura del consumismo.

Hay mucha gente para la que esto está bien, no es un problema; para el resto la filosofía de Librestado podría ser un camino a seguir.

La paradoja de liberarse del Estado

Vivir sin Estado no significa vivir sin derechos, significa poner los derechos de uno mismo por encima de las obligaciones (locales) que te imponen los Estados y elegir cuáles de los muchos Estados existentes son los que mejor casan con tu forma de vivir y ver el mundo.

Hay dos categorías para los que viven sin Estado.

Por un lado están los Sin Estado, personas que no son ciudadanos de ningún país y no tienen papeles. De hecho, no tienes apenas derechos. En este caso no eres libre, no vives libre de los Estados, al contrario, dependes más que nunca de ellos.

Sin pasaporte no puedes salir del país, si no eres ciudadano de ningún Estado, te van a negar un montón de derechos.

Y por otro están los que sí tienen papeles, los ciudadanos de países modernos. Cuanto más democrático el país y mejor conectado con el resto del mundo, más derechos tendrás y más fácilmente podrás viajar. En este caso tienes los mismos derechos que el resto de la gente que te rodea.

Con todo, cuando tienes una única nacionalidad (y según donde residas), esta llega no solo con derechos, sino también con montones de obligaciones. Por ejemplo, la obligación de compartir una buena parte de tu dinero con el Estado, o la de pagar por servicios que no usas, o incluso la de proteger tu país y dar tu vida por él en caso de guerra.

“Deberías darte con un canto en los dientes, tú al menos has nacido en un país rico y democrático”

Sí, estoy muy feliz por las oportunidades que todo esto me ha dado, pero tampoco pienso quedarme en la jaula de oro. Veo cosas que funcionan y otras que no, y no pienso quedarme cruzado de brazos, ni voy a consolarme diciéndome que otros viven peor. El Sistema, por suerte, no me ha llevado todavía a ese nivel de conformismo.

Sin duda, si tuviese que elegir entre ser un Sin Papeles o vivir como ciudadano de un país, me decantaría por la segunda opción, pero lo dicho, ¿quién dice que tengas que pararte ahí?

¿Qué otra opción existe?

Pues bien, la verdad es que no solo puedes optar por no tener papeles o por ser ciudadano de un Estado: también puedes optar por residir o ser ciudadano de varios Estados, es más, puedes optar por conseguir la nacionalidad (o un estado parecido, con visados permanentes) en aquellos países que mejor te tratan, en lugares en los que puedes vivir como quieres, en los que no te obligan a hacer algo que va contra tu moral (siguiendo la teoría de las banderas).

“Al ideal de Librestado se llega no renunciando a tu nacionalidad y pasaporte, sino diversificando tus opciones, visados y nacionalidades”

Vivir sin Estado como camino evolutivo

Los nacionalismos siguen ahí. Al igual que todos los demás fanatismos intentan mostrar como verdades irrefutables ideas totalmente erróneas y equivocadas.

No te debes a nadie, ni a tu país, ni a tu familia, ni a tus ideas y opiniones del pasado. Te debes a ti mismo, tu vida es tuya y no tienes más que una, así que vívela de forma que merezca la pena.

No existe la patria, todo proteccionismo e intento de dividir el mundo que nos rodea en categorías como “ellos” versus “nosotros” o “dentro” y “fuera” trae grandes problemas.

No te equivoques, los extranjeros, “los de fuera” no te quitan nada, ellos tienen tanto derecho a vivir en la Tierra como tú.

Vivir sin Estado es un proceso y significa alejarse paso a paso de los conceptos de los que durante tanto tiempo hemos mamado, algunos de ellos tan románticos y bonitos como el de patria, grupo y comunidad (nótese como todas estas ideas acaban enfrentándonos con alguien de fuera).

Es una segunda lucha por nuestra independencia personal, parecida a cuando dejamos las casas de nuestros padres y empezamos a hacernos cargo de nuestras vidas.

¿Quieres liberarte de la carga del Estado?

Si todo esto resuena en ti, apúntate a los contenidos de Librestado. Aquí te mostraremos el camino que nosotros seguimos y que también tú puedes seguir para vivir una vida en libertad.

Te contaremos cómo puedes alcanzar este objetivo desde el punto de vista económico (cómo mantenerte) y desde el punto de vista más administrativo (los pasos que tienes que dar para vivir en otros países).

Por supuesto, estaremos encantados de oír lo que tú opinas de la “paradoja del Estado”, cuéntanoslo un poco más abajo, en la zona de los comentarios.

Porque tu vida es tuya.

2 comentarios en «Una vida sin Estado, la paradoja de Librestado»

  1. Creo que lo de “porque tu vida es tuya” quedaría mejor sin el “porque”.

    “Tu vida es tuya”, no hay que dar explicaciones a nadie, es una verdad irrefutable.

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