Por qué los gobiernos no funcionan – razones por las que lo público no funciona

La realidad es que, aunque nos gustaría que no fuese así, los políticos no hacen lo que es mejor para el país, los funcionarios no trabajan y los votantes no votan por lo que es mejor para ellos. ¿Por qué es así?

Solemos hablar en Librestado de los impuestos como algo inmoral y el Estado como algo malo, como un peso del que debemos tratar de liberarnos. Esto es algo que sorprende a muchos, que piensan que es solo una cuestión de que no queremos pagar impuestos y compartir lo que ganamos con el resto de la sociedad.

Incluso en el caso de los emprendedores, es probable que, aunque tengan claro que el Estado les maltrata, pues lo sufren en sus carnes, no entiendan realmente hasta dónde llega el problema.

Hoy quiero dedicar un artículo a explicarte cuál es el problema con los Estados y su forma de gobernarlos en sí y, por qué, por mucho que intentemos mejorarlo, difícilmente nos llevará a donde queremos ir.

El otro día vi una grabación muy recomendable al respecto en la que un economista explicaba de forma bastante simple por qué los gobiernos fallan y que es en la que quiero basarme para hablar de todo esto.

Empezaba hablando de los intereses de las diferentes partes dentro de las personas que componen el gobierno que, por desgracia, no están alineados. Tenemos tres partes: los políticos, los burócratas o funcionarios y los votantes.

En un mundo perfecto los tres grupos tendrían un mismo objetivo, hacer funcionar la sociedad, que vivamos en un mundo justo (sea lo que sea eso), que todos tengamos lo que necesitamos para vivir una vida plena.

Por supuesto, la realidad es algo diferente.

El objetivo de los votantes es maximizar su felicidad, ya sea consumiendo cosas, adquiriéndolas, creando o ayudando a otros. Para hacerlo, en caso de que les parezca que merece la pena el esfuerzo, se informarán sobre los temas que se votan y votarán en un sentido u otro.

El objetivo de los políticos es también la felicidad. Para ser felices deberán conseguir el 51% de los votos (o la cantidad necesaria para salir elegidos). Si no lo consiguen, no podrán hacer lo que quieren hacer y, por lo tanto, no serán felices.

También los burócratas quieren ser felices. En el caso de la mayoría de personas que trabajan para el Estado, ser feliz equivale a tener trabajos que se amoldan a sus necesidades. Trabajos “cómodos”, por así decir.

Teniendo en cuenta los objetivos de cada uno de estos grupos, ¿realmente crees que vamos a poder tener un gobierno capaz de crear esa sociedad perfecta?

Proceso democrático

Vamos a ver un poco más a fondo cómo funciona el proceso democrático. ¿Crees que podría salir adelante una propuesta de ley para que todas las personas en un grupo A, compuesto por el 98% de la gente, metan 10 dólares en un fondo, que se queme la mitad del dinero y el resto se reparta entre las personas en el grupo B (2% de la población)?

Cualquier persona normal diría que no, que no tiene sentido, ¿verdad? Que la gente en el grupo A jamás permitiría eso. Pues resulta que no es así y para entenderlo, debes tener en cuenta un aspecto vital: votar no es gratis.

Votar supone un esfuerzo y, recuerda, el objetivo de los votantes es maximizar su felicidad, algo que conseguirán viviendo una vida como quieren, esforzándose solo en conseguir lo que realmente quieren.

Votar supone un esfuerzo, vas a tener que dedicarle tiempo y energía porque para hacerlo, tienes que informarte sobre aquello sobre lo que vas a votar, tienes que decidir si es bueno o malo y, luego, tienes que votar.

Entonces, lógicamente, solo votarás cuando ese esfuerzo valga la pena. Si ese esfuerzo para ti es el equivalente a lo que te cuesta ganar 20 dólares, ¿por qué ibas a votar en contra de una ley que te va a hacer pagar 10 dólares?

Volviendo al ejemplo del que hablábamos. Tenemos a los votantes del grupo A, para los que votar no tiene mucho sentido y que, por lo tanto, no lo harán (quizás haya alguno que intente movilizar a gente para votar en contra porque le parece injusto, pero seguramente no llegue muy lejos).

Luego tenemos a los votantes del grupo B. Por supuesto, ellos sí van a votar, todos ellos, pues el esfuerzo merece la pena. Es más, no tengas la menor duda de que van a movilizarse para conseguir más votos haciendo lo que haga falta, explicando lo mucho que merecen ese dinero, y las grandes cosas que podrán hacer con ello.

Un ejemplo práctico de esto: los aranceles o impuestos a la introducción de productos extranjeros en un país.

Muchos países, o zonas económicas como la Unión Europea tienen mercados muy regulados. Las regulaciones obligan a los productores a ciertas acciones (certificaciones, normativas laborales, salario mínimo, garantía mínima obligatoria, transparencia, etc.) que tienen un coste y que ya de por sí, hacen menos competitivas a las empresas locales.

Estas empresas locales (el grupo B de antes) se dirige a los políticos que gobiernan y les piden protección de las empresas extranjeras a través de aranceles a sus importaciones o de subvenciones a las exportaciones. Este apoyo significaría que el grupo A (de hecho toda la población) tendría que pagar más para obtener los productos.

¿Qué hacen los políticos? Fácil, harán lo que les vaya a aportar los votos necesarios en las elecciones. Por un lado, tienen al grupo A, gente que no se interesa lo más mínimo por la ley, ni les va ni les viene. Por otro, tienen al grupo B, dispuestos a todo para que salga la ley, insistiendo en que es muy importante, que va a ayudar a la nación, a montones de familias, que sin ello van a quebrar sus negocios…

Lógicamente, los políticos se quedan con la idea de que lo que tienen que hacer es sacar la ley, pues va a beneficiar en mucho a un grupo que está haciendo mucho ruido al respecto, y al resto no les importa.

Nos encontramos en una situación muy común que pervierte el proceso democrático. Por un lado, tienes un grupo muy pequeño que va a tener un enorme beneficio y, por otro, uno muy grande que pagará poco por ello. El coste está disperso entre infinidad de personas, el beneficio concentrado en un grupo muy pequeño.

Los políticos

Vale, ahora ponte que el problema es que simplemente no hemos tenido suerte con los políticos, que lo que tenemos que hacer es cambiar eso y tendremos la sociedad que todos queremos (¿existe una sociedad que queremos todos?).

Bueno, pues tenemos ese político perfecto, un político que hará todo lo que esté en su mano para mejorar la sociedad, para que los pobres sean menos pobres, para que los funcionarios hagan su trabajo, para que las empresas públicas funcionen, para que no exista corrupción, etc.

Luego, tenemos otro político que siempre hará lo que le dé más votos, por un lado de su mismo partido y, por otro, de los ciudadanos en general, sin importarle nada más. ¿Cuál de los dos llegará a dirigir su partido y luego gobernar el país? ¿El político que siempre está dispuesto a hacer lo que le da más votos o el que solo hará lo que crea que es mejor para la sociedad?

Y este no es el único problema al que se enfrentan los Estados modernos. Otro punto que nos permite entender por qué los políticos y, a través de ellos, los gobiernos al final hacen lo que nadie quiere es el teorema del votante medio.

Según este teorema, los políticos, para salir elegidos, intentan hacer lo que el votante medio quiere, aunque en realidad, la mayor parte de votantes quieran algo diferente. Así, si tuviéramos un grupo de nueve personas con derecho a votar, en las que cuatro quieren ir a un restaurante indio y otros cuatro quieren ir a uno chino, al final muy posiblemente irían a un mexicano, que es donde solo una de las nueve personas quería ir, pues es la opción que la mayoría estaría dispuesta a aceptar.

Así, si tenemos dos grupos grandes, uno de gente que aboga por tener un ejército poderoso capaz de proteger el país y otro que no quiere tener ejército, al final, según el teorema del votante medio tendremos lo que no quiere nadie un ejercito mediano que no sirve para nada.

Los burócratas

Ahora vamos a ver qué pasa con los funcionarios y personas que trabajan para el Estado. Como decíamos antes, su objetivo tampoco es la felicidad de los ciudadanos a los que sirven, sino su propia comodidad.

¿Y en qué nos basamos para decir esto? Bueno, si tienes algún funcionario en tu familia o círculo de amistades o has tratado alguna vez con uno, deberías tener claro que es así, pero vamos a explicarlo un poco más.

Cuando vas a un centro comercial, por ejemplo, te encontrarás con que tienen parkings lo suficientemente grandes para que grandes cantidades de clientes pueden ir cómodamente, muchas veces aparcar es gratuito para clientes. Estos aparcamientos no existen porque los dueños del centro comercial piensen en el bien de la sociedad, sino porque quieren que los clientes compren allí, y no en el centro comercial de la competencia.

Sin embargo, cuando vas a renovar tu pasaporte, o a hacer cualquier trámite oficial, te encontrarás con una zona de parking sí, pero verás que es exclusiva para los trabajadores. Si vas como cliente, tendrás que buscarte un sitio para aparcar en otro lado. Esto no es porque los burócratas sean mala gente que quiera fastidiar a los clientes, sino porque quieren un trabajo cómodo para ellos. Saben que no podrás ir a la competencia y, por lo tanto, no temen por sus trabajos si no te lo ponen fácil.

Nos encontramos con una situación parecida en las páginas web oficiales. En general, si quieres tramitar tu permiso de residencia, obtener tu certificado electrónico, pagar una multa o cualquier cosa parecida, tendrás que pasar por un laberinto de páginas hasta lograr tu objetivo.

Ahora compara ese proceso con la compra online o solicitud de servicios en la web de cualquier empresa privada…

Es verdad que existen Estados que tras muchos años han terminado con una web más o menos funcional, pero el proceso hasta ahí ha sido muchísimo menos eficiente que en el sector privado y, sin duda, a pasado por contratar a empresas privadas para hacer los que los funcionarios no pudieron o quisieron conseguir.

¿Son los burócratas malos por naturaleza? No, claro que no, pero no tienen ningún incentivo en mejorar su servicio. Están rodeados de otros burócratas que lo único que quieren es un trabajo cómodo, pues mientras no hagan algo terriblemente mal, no tendrán que temer que un día les echen.

Así, incluso si un funcionario quisiera cambiar las cosas para que los clientes/ ciudadanos pudieran obtener un mejor servicio, los demás burócratas se le echarían encima, pues no quieren trabajar más y no tienen ningún incentivo para esforzarse y cambiar nada.

¿Son las personas que trabajan en el sector privado mejores personas que los burócratas? No, claro que no. La cuestión es que estas sí que tienen incentivos para ofrecer un mejor servicio. Los dueños de las empresas quieren vender más y los trabajadores quieren ganar más y no perder su trabajo.

Concluyendo

Como ves, el que los Estados no funcionen como uno desearía no es una cuestión de casualidad, ni de que los políticos sean peores ahora que antes, ni tampoco de que exista una organización oculta que nos intente llevar por caminos oscuros, es simplemente un problema sistémico.

Ese problema sistémico es justamente es la razón por la que debemos intentar mantener los Estados lo más pequeños posibles y evitar que las decisiones se tomen de forma centralizada.

Como ciudadano, la mejor opción que tienes es huir de los Estados con gobiernos que intentan controlar todos los aspectos de la vida y dirigirte a otros en los que pagues pocos impuestos y te dejan tomar tus propias decisiones o, directamente, ser Turista Perpetuo y no atarte a un único país.

Dejar de pagar impuestos en un país en el que el Estado cada vez ocupa más partes de la vida de los ciudadanos tiene dos efectos positivos: El primero es que dejarás de estar sometido a sus reglas y no tendrás que pagar impuestos. El segundo es que, al dejar de pagar impuestos, contribuirás a que los ciudadanos que siguen en el país puedan vivir mejor, pues negando tus recursos al gobierno este no podrá seguir creciendo.

Si quieres dejar de contribuir a algo que como ves, no puede funcionar, puedes contratar ya tu consulta Librestado.

¡Porque tu vida es tuya!

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